En cada  pared de la mayoría de las oficinas públicas de Viedma aparece algún cuadro de Rodolfo Mastrángelo. Se trata de un artista plástico autodidacta desde los ocho años. Despliega un talento que desde hace 65 años dejó de ser oculto cuando comenzó a inspirarse en paisajes de Las Lajas, Neuquén, y luego de Comallo como hijo de docentes de escuelas rurales en la Línea Sur rionegrina.

Desde hace mucho tiempo que recaló en esta ciudad. La trayectoria de este hombre de extenso bigote, no se encuentra exenta de reconocimientos, cada pincelada de sus cuadros es un testimonio tangible de su talento innato.

Con un estilo depurado y una técnica impecable, este pintor paisajista ha cautivado a propios y extraños, destacándose como uno de los principales exponentes del arte en la región, y a quien se lo suele ver en casi todos los lugares públicos.

En la mayoría de sus obras, más allá de la micro-espátula y los pinceles, asoma otra pequeña lámina de metal con tinta china, y tiene un justificativo. “Empleo el plumín porque con el óleo o el acrílico se pierden las formas, y así se le da más volumen a una obra porque se van determinando un camino”, explicó a NoticiasNet en su atelier de la calle Álvaro Barros.

Goza de un talento natural. “De chico –por lo lugares donde vivió- me llamaban la atención los contornos de las montañas y de las mesetas y comencé a dibujarlas, pero como tengo una amplio campo visual que me permite mirar para los costados, puedo dividir obras en cuatro partes básicas y plasmando distintas perspectivas como arrancar pintando una calle y luego edificios que van cerrándola al final”, apuntó. Por caso, en una costa, se destaca el movimiento del mar, una barcaza y a lo lejos el acantilado patagónico.

Cualquier horario para él, es bueno para trabajar sobre un lienzo. Admite que la rutina lo puede llevar al hartazgo. “Si no tengo ganas no pinto, pero a lo mejor salgo de paseo, y luego vuelvo a mi casa y me enchufo”, señaló el artista que lleva generadas unas 2.500 obras y unas 100.000 reproducciones. Su actividad permitió bancar el estudio de sus tres hijos, y con una premisa de por medio. Pinta para él, no para que sus trabajos le gusten a la gente.

Aunque Mastrángelo ha dedicado gran parte de su vida a plasmar los paisajes de su Patagonia de adopción –ya que nació en Buenos Aires- , su reconocimiento no se limita únicamente a Viedma y la región. Este hombre de 73 es multifacético: estudió humanidades, fue piloto civil e instructores de artes marciales.

Sus obras se venden en ferias artesanales, en exposiciones, en la provincia de Córdoba y en el predio de La Rural en Buenos Aires, como una sus hijas vive en Suiza, también hace gala con una veta exportable cuando puede.